El placer sexual debe ejercerse dentro del contexto de los derechos sexuales, particularmente los derechos a la igualdad y la no discriminación, la autonomía y la integridad corporal, el derecho al más alto nivel posible de salud y libertad de expresión.
Cada persona siente sus orgasmos de formas diferentes incluso durante una misma relación sexual. La intensidad, la duración y las sensaciones que se experimentan cada vez pueden cambiar en función de la situación que se esté viviendo y del tipo de relación, entre otras muchas variables.
Hay que tener presente que no siempre es posible alcanzar un orgasmo y que presionarse o presionar a la pareja para lograrlo sólo contribuye a obstaculizar aún más las posibilidades de sentirlo. Los encuentros sexuales y la masturbación son placenteros en sí mismos sin la necesidad de llegar a un clímax.