La responsabilidad afectiva se basa en el cuidado mutuo y el respeto de las emociones que surgen en la relación. Este comportamiento implica escuchar y acompañar las necesidades de la otra persona promoviendo la creación de acuerdos y responsabilizándose de los actos que pueden afectarle.
La responsabilidad afectiva favorece el equilibrio en las relaciones, evita conductas tóxicas y refuerza la confianza y los vínculos afectivos sanos.
Construir una relación sana implica aprender a comunicar los sentimientos y respetar las diferencias con tu pareja. En una relación de cualquier índole las personas involucradas están a gusto, disfrutan de su mutua compañía y basan sus decisiones en la confianza y la empatía. Una relación tóxica es aquella en la que se identifican señales de celos, manipulación, maltrato, humillación o intimidación. Pon atención a los detalles.
La idealización del amor romántico crea dependencias emocionales que favorecen la pérdida de identidad del individuo, debilitan el amor propio y construyen caminos de frustración.