Si bien todos tenemos altibajos en el estado de ánimo y cambios de humor fugaces, el trastorno bipolar hace más severos, extremos y duraderos estos cambios y su impacto en tu pensamiento y el comportamiento, al punto que pueden interferir con la capacidad para funcionar en la vida diaria. Los cambios en el trastorno bipolar pueden durar días, semanas o meses y se dan entre extremos, desde los picos altos llamados manía, caracterizados por un exceso de energía, euforia e impulsividad, hasta los picos bajos (depresión), cargados de tristeza, desesperanza y cansancio.
La experiencia del trastorno bipolar es diferente para cada persona y los síntomas varían en su severidad y frecuencia; mientras algunas personas son más propensas a la manía o la depresión, otras experimentan igualmente los dos tipos de episodios, otras experimentan solo algunos episodios a lo largo de la vida y otras experimentan cambios constantes y muy rápidos entre episodios. Por esto es importante reconocer los síntomas comunes del trastorno bipolar.
Cada persona requiere un tratamiento diferente, si bien suele requerirse medicación para controlar los síntomas, es más eficaz cuando implica también psicoterapia, apoyo socio familiar y algunas estrategias de cuidado.
Cambios de humor crónicos entre estados maníacos extremos hasta episodios depresivos extremos.
Cambios de humor entre estados leves de manía, llamados hipomanía, y episodios graves de depresión.
Los cambios de humor son crónicos, aunque menos prolongados, severos o frecuentes que los experimentados en el trastorno bipolar I o II.
Crea un registro de cómo te sientes día a día y presta atención a las señales de cambios. Esto te permitirá notar los factores que desencadenan las variaciones de humor, reaccionar tempranamente rápidamente para controlar los cambios de humor y monitorear el funcionamiento de tu tratamiento. Apóyate reconociendo personas a las que puedes acudir en busca de ayuda, enséñales sobre tu diagnóstico para que te ayuden a identificar las señales que advierten cambios y mantén contacto con ellas.
Desarrolla un itinerario diario con tiempos razonables delimitados para realizar acciones de autocuidado, seguir las indicaciones de tratamiento, ejecutar tareas diarias, cumplir obligaciones y desarrollar actividades placenteras. Los patrones regulares de actividad no solo ayudan a estabilizar los estados de ánimo, sino a hacerle frente a los altibajos emocionales. Ayúdate con un listado de actividades que sepas que te permiten hacer frente a los cambios de humor y prevé un espacio de tiempo para usarlas cuando reconozcas señales de advertencia o experimentes malestar.
Procura tener una alimentación adecuada y equilibrada, tomar un poco de sol diariamente, dormir lo suficiente y en horarios regulares, evitar el consumo de alcohol, tabaco y otras sustancias psicoactivas, practicar actividad física regularmente e integrar a tus rutinas prácticas de relajación, meditación o respiración profunda. Estas son herramientas muy útiles para estabilizar los estados de ánimo.
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